sábado, 27 de diciembre de 2014

2.El primer astrónomo. El primer calendario

Apostado en una roca, cerca de lo que hoy es el pueblo de Le Placard, una criatura observaba, no el ciervo ni el torrente canoro, sino el cielo.

 Una versión Cromagnonesca, peluda y vestida con pieles de reno, esperaba pacientemente que la Luna saliera en el valle.

Durante varias noches, este astrónomo y cronógrafo de la Edad de Piedra, había estado viendo salir y ponerse la pálida esfera celeste.

Se dio cuenta de que se movía en una serie de fases previsibles y de que podía contar las noches entre los momentos en que estaba llena, semi-llena y completamente oscura.

Calcular acontecimientos como el número de lunas llenas que había entre la primera brisa del Invierno y la llegada de la Primavera.

Prediciendo cuando volvería a estar llena la Luna o cuando desaparecería.

Posiblemente fue el hombre de Le Placard el primero que utilizó la Luna como tosco reloj.

Pero aquella noche particular, nuestro Cromagnón no se limitó a mirar al cielo para calcular las fases del satélite terrestre.

Tras bajar la cabeza, grabó con cuidado una muesca en un hueso de águila, añadiendo una serie de muescas a lo largo del hueso.

 Las muescas eran líneas rectas con pequeñas diagonales grabadas cerca de la base.

El hombre añadió una muesca aquella noche a los distintos grupos de símbolos parecidos que seguían pautas regulares, sin duda, correspondientes a las fases de la Luna.

 Los grupos contenían siete muescas cada uno, lo cual es una aproximación al paso de la Luna nueva al cuarto creciente, a la Luna llena, al cuarto menguante y otra vez a la Luna Nueva.

 El hombre tiró o perdió este hueso de águila que los arqueólogos encontraron 13000 años después en una excavación

¿Fue este el primer calendario?

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